Desde hace siglos, la sociedad ha impuesto un sistema rígido de género basado únicamente en dos categorías: hombre y mujer. Este paradigma, conocido como binarismo de género, ha sido la norma dominante que ha modelado nuestras percepciones, conductas e instituciones.
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Sin embargo, la realidad es que el género es un espectro mucho más amplio y diverso que esa clasificación binaria. Existen múltiples formas de expresar e identificar el género, que van más allá de lo meramente masculino o femenino.
Por tanto, podría decirse que el binarismo de género es una construcción social que ignora y niega la existencia de identidades de género no binarias. Reduce el género a solo dos opciones, cuando en realidad es un continuo con una gran variedad de posibilidades.
Esta visión binaria del género también tiene implicaciones directas en la forma en que entendemos y vivimos la sexualidad. Al asumir que solo hay dos géneros, se tiende a pensar que las relaciones y orientaciones sexuales deben limitarse a lo heterosexual.
Diversas investigaciones han demostrado que la orientación sexual y la identidad de género son conceptos independientes. Una persona puede identificarse como gay, lesbiana, bisexual, pansexual, asexual, entre otras, independientemente de cómo se identifique en términos de género.
Sin embargo, el binarismo de género sigue siendo un obstáculo que limita el reconocimiento y la aceptación de esta amplia gama de identidades y expresiones de la sexualidad humana.
Romper con esos paradigmas rígidos es clave para avanzar hacia una sociedad más inclusiva y respetuosa de la diversidad sexual y de género en todas sus formas.