La violencia económica es una forma de abuso que puede pasar desapercibida en una relación de pareja, pero tiene graves consecuencias en la vida de la víctima. Este tipo de abuso se caracteriza por el control excesivo y restrictivo de los recursos financieros de la pareja, impidiendo que la víctima tenga acceso libre y adecuado a su propio dinero o al dinero compartido.
LEE: ¿Cómo pedirle a tu pareja que usen condón sin que se moleste?
Entre las características principales de la violencia económica se encuentran la restricción del acceso a cuentas bancarias, la imposición de un control total del presupuesto familiar y la exigencia de rendir cuentas sobre cada gasto, por más pequeño que sea. A menudo, el agresor usa estas tácticas para mantener a la víctima económicamente dependiente y, por ende, bajo su control y manipulación.
Es crucial entender las diferencias entre la violencia económica y otros tipos de abuso, como la violencia física o emocional. Mientras que el abuso físico se manifiesta a través de golpes o lesiones y el abuso emocional se basa en manipulación psicológica y degradación, la violencia económica se centra en el control financiero y la explotación económica. Aunque cada uno tiene sus propias particularidades, todos estos tipos de abuso generan un profundo impacto en la estabilidad emocional y la autonomía de la víctima.
Reconocer las señales de alerta de violencia económica es vital para tomar acciones que protejan el bienestar económico y emocional de la persona afectada. Identificar estas red flags puede ser el primer paso hacia la recuperación y la reivindicación de una vida libre de abuso. Estar informadx sobre las manifestaciones de la violencia económica y sus implicaciones es una herramienta clave para identificar y combatir este tipo de abuso, garantizando así una relación de pareja más justa y equitativa.
Control del acceso a los recursos financieros
El control del acceso a los recursos financieros es una de las manifestaciones más evidentes y preocupantes de la violencia económica en una relación de pareja. Esta forma de control puede adoptar diversas modalidades que limitan gravemente la autonomía y la independencia de la víctima, erosionando su capacidad para tomar decisiones y gestionar sus propias necesidades económicas. Uno de los ejemplos más comunes es la situación en la que una persona debe pedir permiso a su pareja para hacer cualquier gasto, incluso esencial, como comprar alimentos o medicinas.
Otra manifestación frecuente es la negación del acceso a cuentas bancarias compartidas. En estos casos, la pareja dominante puede tener el control exclusivo sobre las cuentas y los recursos financieros de la relación, dejando a la víctima sin capacidad para supervisar o influir en el uso de los fondos. Esta falta de acceso es un claro red flag, ya que impide a la víctima tener visibilidad sobre los ingresos y gastos, y facilita la dependencia económica total de su pareja.
El uso de ‘asignaciones’ semanales o mensuales insuficientes es otro método que algunos agresores utilizan para mantener el control económico. Estos montos, a menudo limitados y calculados estrictamente para cubrir solo lo mínimo necesario, perpetúan una situación de dependencia y sumisión. La víctima se encuentra en una posición de vulnerabilidad extrema, sin la capacidad de ahorrar o de planificar financieramente para el futuro.
Los efectos de estas prácticas pueden ser devastadores. La falta de acceso independiente a los recursos económicos conduce a una pérdida de autonomía, de autoestima y de poder de decisión, aspectos esenciales para el bienestar emocional y psicológico de cualquiera. La persona afectada se puede sentir atrapada y sin opciones viables para mejorar su situación, perpetuando así el ciclo de violencia económica.
Decisiones económicas sin consenso
Una señal de alerta clave de violencia económica en la relación de pareja es la toma de decisiones financieras significativas sin el consenso del otro miembro de la relación. Este tipo de dinámica no solo refleja una profunda falta de respeto y consideración, sino que también establece un desequilibrio de poder perjudicial. Las decisiones unilaterales pueden abarcar una amplia gama de acciones, desde la compra o venta de propiedades hasta inversiones de alto riesgo o la asunción de deudas cuantiosas.
Cuando una de las partes toma el control exclusivo de las finanzas y actúa sin consultar a su pareja, se niega la posibilidad de un diálogo abierto y saludable sobre el manejo del dinero, esencial en cualquier relación. Esto puede erosionar lentamente la confianza y la colaboración, elementos fundamentales para una relación equilibrada y justa. Además, la falta de consenso financiero puede dejar a la víctima en una posición extremadamente vulnerable, tanto emocional como económicamente.
El impacto de estas decisiones económicas sin consenso suele ser profundo y duradero. Las repercusiones pueden incluir el deterioro de la seguridad financiera de la víctima, la imposibilidad de planificar adecuadamente para el futuro, y un incremento de la dependencia económica del agresor. Esta situación puede dificultar incluso más la posibilidad de que la víctima abandone la relación, perpetuando un ciclo de control y abuso.
Reconocer estas señales de alerta es crucial para abordar y prevenir la violencia económica. Comprender que la gestión financiera en una relación debe ser una responsabilidad compartida es un paso importante hacia la equidad y la autonomía económica. Empoderar a la víctima para tomar parte activa en las decisiones económicas puede ayudar a restaurar el equilibrio y fortalecer la relación, siempre que se base en la igualdad y el respeto mutuo.
Impedir el desarrollo profesional y laboral
Limitar o impedir el desarrollo profesional de una pareja constituye una forma grave de violencia económica. Esta situación se puede manifestar de diferentes maneras, incluyendo esfuerzos por desmotivar a la persona, evitar que acceda a oportunidades laborales, sabotear sus intentos de mejorar en su carrera, o incluso forzarla a dejar su empleo. Estas acciones no solo buscan mantener a la víctima en una situación de dependencia económica, sino que también tienen repercusiones a largo plazo en su bienestar personal y profesional.
Una clara red flag es la desmotivación constante. La pareja agresora podría descalificar sistemáticamente los logros profesionales de la víctima, minimizar sus capacidades o insinuar que no es adecuada para progresar en su carrera. Estos comportamientos tienen el objetivo de erosionar la autoconfianza de la víctima, haciendo que dude de su propio valor y habilidades, impidiendo así cualquier avance significativo en el ámbito laboral.
Otro indicador de violencia económica es el impedimento directo para acceder a oportunidades laborales. Esto puede incluir desde la prohibición explícita de asistir a entrevistas de trabajo hasta la manipulación para rechazar ofertas laborales. En casos extremos, la pareja agresora podría ir tan lejos como restringir el acceso a medios de transporte o tecnología, factores clave que la víctima necesita para obtener o mantener un empleo.
El sabotaje también juega un papel importante en la violencia económica. Este tipo de abuso puede incluir el boicot directo a actividades profesionales, como llamadas telefónicas repetitivas durante horas de trabajo, interrumpir reuniones importantes o crear un ambiente de hogar tan inestable que haga imposible la concentración y el cumplimiento de responsabilidades laborales. Forzar a la víctima a renunciar a su empleo puede ser la consecuencia final de estas tácticas, profundizando aún más la dependencia económica hacia el agresor.
Las repercusiones de estos actos de violencia económica son profundas y extensas. No solo afectan la autonomía financiera de la víctima, sino que también tienen un impacto psicológico significativo. Las víctimas de este tipo de abuso pueden sufrir de baja autoestima, ansiedad y depresión, además de enfrentar un estancamiento en su desarrollo profesional que podría durar años.
Para saber más sobre la violencia económica te recomendamos este video de Coach en Finanzas.
LEE: Consejos para practicar la lluvia dorada con tu pareja sexual